¿Porqué los vinos chilenos son tan buenos?
agosto 31, 2016

1) Largo y flaco
Chile es un largo y angosto país, estrechado por las montañas de Los Andes y el Océano Pacífico, de 4 300 km (2 700 millas) de longitud pero no más de 240 km (150 millas) de ancho. Esto es más que la distancia que separa Edimburgo del desierto de El Sahara; por ello este país posee gran variedad de climas, desde los propios del desierto más árido del mundo en el norte, hasta los fríos de la Antártica en el límite sur.
En medio existe un ancho cinturón de tierra con clima mediterráneo, perfecto para el crecimiento de la vid, así como para otros cultivos, como olivos, limones y almendras.

Crédito de foto: Nadezda Kuznetsova
2) Cálido y soleado
Las vides gozan en este generoso clima mediterráneo. Durante los largos veranos, la alta exposición solar permite a las uvas madurar y desarrollar los azúcares que luego se transformarán en alcohol, cuando el jugo de uva se transforme en vino.
En lugares muy cálidos, esto genera vinos de aromas maduros, muy frutales y potentes, especialmente vinos tintos. Si encuentras vinos etiquetados con denominación de Rapel, Colchagua, Valle Central, Maipo o Curicó, probablemente pertenezcan a esta categoría.
Al mismo tiempo existen vinos fascinantes procedentes de zonas más frías, ya sea porque los viñedos están plantados en altura o por la influencia refrescante de las brisas y neblinas marinas que se internan desde el océano. En estas áreas las uvas maduran lentamente, lo que preserva su acidez y frescura. Estos vinos tienden a ser más herbáceos o especiados y tener una acidez más pronunciada. Puedes probar con vinos – especialmente blancos – de zonas como Casablanca, San Antonio, Leyda o Aconcagua, y tintos de Alto Maipo o Apalta, por nombrar algunos valles.

3) Agua, pero no demasiado
En invierno, las nubes cargadas de lluvia se internan al continente desde el Océano Pacífico hasta la Cordillera de Los Andes, donde dejan caer su nieve. En estos lugares hay hielo y glaciares que, en primavera, deshielan y alimentan cientos de arroyos y ríos que fluyen hacia el océano, llevando agua pura, limpia, llena de nutrientes, regando la vegetación que crece en los valles.
El agua llega en el momento preciso hasta los viñedos, justo cuando éstos comienzan a brotar tras su período de dormancia.
Sin embargo, las vides no gustan de demasiada agua y no prosperan si sus raíces están saturadas, por lo que es importante que el suelo tenga buen drenaje.
En la mayoría de las regiones productoras de Chile, hay muy poca o nada de lluvia durante la temporada primaveral y el verano. En muchos sentidos esto constituye una buena noticia, pues demasiada agua durante el crecimiento y maduración de las uvas puede causar que los racimos crezcan demasiado, los sabores se diluyan y los vinos resulten poco interesantes. Si llueve cerca de la época de cosecha pueden producirse daños, como resquebrajamiento de la piel de las uvas o la aparición de hongos, mientras que condiciones de humedad durante la temporada de crecimiento pueden propiciar la aparición de podredumbre (botrytis) y mildiú. Muchas viñas chilenas usan sistemas de riego por goteo controlado, de tal manera que las vides reciben la cantidad de agua precisa y producen uvas concentradas y sabrosas.

4) Saludable y en forma
El aislamiento de Chile en el sur del mundo, rodeado por importantes barreras naturales como el Océano Pacífico al oeste, las montañas de Los Andes al este, el desierto de Atacama al norte y los campos de hielos antárticos al sur, ha mantenido al país libre de enfermedades y plagas que son comunes en las zonas vitícolas de otros lugares del mundo. Por cierto, Chile es uno de los pocos países donde innumerables viñedos están plantados sobre sus propias raíces, en lugar de sobre porta injertos resistentes a la Filoxera. Desde el punto de vista del consumidor, esto significa que no se requiere de tantos químicos para la prevención o tratamiento de determinadas enfermedades.
5) Con los pies en la tierra
Esta zona es altamente sísmica – integra el Cinturón de Fuego del Pacífico – y posee una de las cadenas volcánicas más largas del mundo, algunos de los cuales están activos. Siglos de actividad volcánica sísmica forjaron un país montañoso con una gran variedad de suelos, muchos de ellos ideales para determinados tipos de uvas.

Crédito de foto: Nadezda Kuznetsova
6) Bonito y variado
Las áreas vitivinícolas chilenas están clasificadas en valles, los que se extienden de este a oeste (desde Los Andes al Océano Pacífico) y también de acuerdo a su proximidad a las montañas o al mar. El abanico de suelos y climas difiere de un valle a otro e incluso en cada valle individualmente, lo que significa que los vinos en sí pueden ser muy diferentes dependiendo del viñedo del que proceden.

7) Joven y aventurero
La industria vitivinícola chilena ha vivido un renacimiento en las últimas décadas y está en pleno florecimiento. Cada año se plantan más hectáreas con nuevos viñedos. Especialistas chilenos y extranjeros permanentemente abarcan más zonas en su búsqueda por nuevos terroirs, lugares en los que el suelo y clima se combinan propiciando las condiciones para la producción de vinos con aromas y sabores únicos. Estas búsquedas han permitido, como nunca antes, la plantación de nuevos viñedos en zonas más al sur, al norte o a mayor altura.
Entretanto, nuevas generaciones de enólogos experimentan con distintas variedades de uvas, mezclas y técnicas enológicas, para producir una diversidad de vinos nunca antes vista en Chile.

Entonces, ¿Qué buscas? ¿Un clásico, cítrico y chispeante Sauvignon Blanc de Casablanca o uno mineral, casi salino, de Leyda? ¿Un intenso y paladeable Syrah del Valle Central o un elegante, suave y especiado Syrah de Apalta? ¿Un Riesling, con esos aromas que recuerdan a la parafina, o un delicado y fragante Viognier? ¿Un ensamblaje de estilo mediterráneo? ¿O quizás un espumante Brut helado para hacer más chispeante tu día? Lo que sea que degustes en el vino, Chile tiene algo para ti.